Enfrentarse a un despido supone un cambio traumático en la vida del trabajador ya que el empleado necesita activar los mecanismos de afrontamiento y de adaptación disponibles a su alcance para minimizar el impacto de la nueva situación laboral en su bienestar.
Sin embargo, las reestructuraciones de personal tampoco son inocuas para las empresas. Su gestión impacta directamente en el clima laboral y en la satisfacción profesional de quienes se quedan en la empresa.
Con el objetivo de minimizar estos efectos colaterales, las organizaciones han cambiado la manera en la que abordan la finalización de las carreras de los empleados dentro de la empresa. Su tramitación ha pasado de considerarse un gasto a planificarse como una inversión.
Además, el despido ha evolucionado en su definición, de un modelo estático que solo abarcaba la finalización de la relación laboral «empresa-empleado» y el arreglo de los trámites burocráticos que conlleva, a convertirse en un proceso activo de acompañamiento del empleado en todos los pasos necesarios hasta su reincorporación a un nuevo puesto de trabajo.
El outplacement: el proceso de despedir y acompañar hasta recolocar
Las empresas, como parte de la sociedad, se desenvuelven en un entorno dinámico, con el objetivo de adaptarse a esos cambios. En los últimos, han ido adoptando estrategias de gestión del fin de las carreras profesionales en la organización orientadas a la recolocación del talento en otras empresas.
Según el artículo 51 del Estatuto de los Trabajadores las empresas de más de 50 trabajadores están obligadas a ofrecer un plan de recolocación o outplacement a sus empleados cuando se realice un ERE.
Este servicio debe ser implementado por una empresa externa, impidiendo que la finalización de la carrera laboral se lleve a cabo únicamente mediante un acuerdo con los trabajadores afectados.
Su duración suele extenderse de los 6, la duración mínima que marca la Ley, hasta los 12 meses, si bien la media está en torno a los 9 meses; si fuera preciso, se puede alargar hasta los 2 años.
Fases del proceso de recolocación
Primera fase. Estos procedimientos comienzan con una evaluación del punto de partida, es decir, se debe conocer qué motiva al empleado en esta nueva etapa, cuáles son sus intereses, qué habilidades ha adquirido y qué competencias ha desarrollado durante su carrera profesional.
Pero también cuáles son las oportunidades que le ofrece el mercado y qué aspectos debería mejorar para facilitar el cambio de empleo. Una herramienta muy utilizada delante esta fase es el análisis DAFO.
La segunda fase comprende la definición de los objetivos profesionales en base a los resultados del análisis de la fase anterior.
Esta fase puede tener tres resultados diferentes: continuar la carrera profesional en posiciones similares a las que se han desempeñado, romper con su carrera profesional cambiando de sector y actividad, o dirigirse hacia el autoempleo.
En la tercera fase, conociendo la situación de partida y los objetivos finales se elabora un plan de acción para conseguirlos.
Durante esta etapa se forma al trabajador para optimizar sus habilidades en la búsqueda de empleo, trabajando todos los aspectos que pueden influir en ella, desde adecuar su marca personal y habilidades en networking, por ejemplo, hasta la adquisición de nuevas habilidades y competencias que demanda el mercado laboral.
La cuarta fase es la búsqueda activa de un nuevo empleo tanto por parte del trabajador como por parte de la empresa encargada del proceso, poniendo en práctica los aprendizajes adquiridos durante la formación.
La quinta y última fase, es el seguimiento del empleado. Este se lleva a cabo una vez se ha logrado la recolocación laboral con el objetivo de acompañar y evaluar al empleado durante la integración en su nuevo ambiente laboral.
Cabe destacar que, durante todo el proceso de cambio de empleo, se deberá brindar al trabajador apoyo psicológico con la finalidad que mantenga la confianza en sí mismo y mitigar en lo posible las consecuencias del despido en su bienestar personal.
En conclusión
En resumen, el proceso de recolocación posterior al despido se podría condensar en brindar apoyo emocional al empleado, conocer la situación de partida, definir bien los objetivos, trazar una hoja de ruta para lograrlo, poner en marcha las acciones necesarias para cumplir dicha hoja de ruta, y hacer un seguimiento de la situación del trabajador o trabajadora una vez consiga los objetivos planteados.
Un proceso de desvinculación de los empleados de la organización bien desarrollado beneficia a todas las partes implicadas. Para los trabajadores mejora su empleabilidad y la efectividad en la búsqueda de empleo, lo que se traduce en una reducción del periodo de recolocación. Y, para las empresas, mejora el clima laboral, añade valor a la marca corporativa y reduce la conflictividad laboral.
Durante 2021, en ARS Outplacement logramos que un 92% de los participantes en nuestros programas se reincorporaran al mercado laboral en un periodo medio de cuatro meses, y el 80% ha conseguido un salario superior o igual al del puesto anterior.
Además, hemos superado nuestro compromiso de generación de oportunidades de empleo, y el 60% de los participantes en nuestros programas desarrollan su trabajo en funciones similares a las de puestos anteriores.
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