Los vi en la playa, en la inmensa playa de Zarautz.
Llegaron con sus tablas de surf, cuatro mujeres jóvenes y atléticas, dos muchachos con aspecto deportista y un caballero que, por su incipiente calva parecía de bastante más edad que sus compañeros de “curso”.
Y con ellos, llegó un profesor. Era la primera clase. Emoción, deseos de aprender, de lanzarse, de pelearse con las olas, de buscar, perseguir “la ola” para danzar con ella.
Disfrutaba de una atalaya privilegiada, observé la clase, las explicaciones, los ademanes de los seis alumnos.
Las chicas hablaban mucho entre ellas, reían, con risa nerviosa, pero muy alegre, la playa se llenaba de sus risas.
Los dos muchachos se envalentonaban e impacientaban, querían salir cuanto antes, poner en práctica de inmediato todo lo aprendido.
El alumno veterano estaba en tensión, con la atención puesta en el profesor, repetía, practicando, todos los movimientos que marcaba el experto. Su cabeza registraba toda la información.
Y llegó el momento.
Se acercan al agua, el alumno más maduro, no se separa del profesor, continúa preguntando, indagando, averiguando. Incluso dentro del agua, sigue cerca del profesor, pendiente de sus gestos y explicaciones.
Los más jóvenes salen disparados, remando con sus brazos, alejándose de la orilla. El veterano se para a observar a sus compañeros, aprendiendo de ellos, más jóvenes y ágiles.
La muchacha de la tabla rosa sufre un pequeño percance en la primera ola, gran revolcón y el maduro compañero, solícito y generoso, la ayuda en todo momento a salir del agua. Y el profesor siempre pendiente, respetando los ritmos de cada uno, su estructura corporal, su experiencia, su habilidad para “pelearse” con el agua y una tabla como única compañera en una breve travesía que solo durará lo que dura una ola. Un instante, un suspiro hecho de espuma y agua.
Al final, todos consiguen su objetivo. Danzar con las olas.
Hay muchas formas de aprender, todas pueden ser buenas, todas diferentes, como diferentes son los alumnos, sus circunstancias, sus vidas, experiencias y habilidades.
Desde hace quince años soy consultora de Outplacement, solo en el último año, nuestro equipo de consultores ha atendido a cerca de dos mil candidatos que han pasado por nuestras vidas, nuestras cabezas y corazones. Cada uno recibió una atención y tratamiento diferente. Todos los que han conseguido danzar con las olas, poseían algo más fuerte que la experiencia, más fuerte que la habilidad o la fortaleza física, más fuerte que la juventud.
¡Todos poseían la ACTITUD para aprender a danzar!.