Tengo la sensación de que fue ayer cuando inicié mi programa de outplacement.
Lo reconozco, llegué a mi primera sesión escéptica, expectante y sin saber qué me iban a contar y para qué me iba a servir. Pero allí estaba yo, delante del coach que me habían asignado del cual recibí un cálido saludo y una sonrisa amable. Hubo empatía; importante detalle.
Cerrar un capítulo de tu vida profesional en una organización, cuando ha sido por circunstancias no deseadas, es siempre difícil y todo candidato precisa tener su luto. Estás vulnerable y te sientes inseguro, desconcertado y sin saber hacia dónde encaminar tu futuro. Solo en la primera sesión de contacto me di cuenta de que el programa, que mi “exempresa” me había ofrecido, iba a servir para encauzar y orientar un nuevo camino profesional.
Y así fue. Me pusieron a trabajar. Me mandaron una serie de ejercicios que consistían en averiguar realmente quién era, qué había hecho, qué había aportado de valor a mi anterior compañía, qué competencias y qué habilidades había desarrollado. Les aseguro que es un trabajo duro. Hice un viaje a mi interior, rebusqué en el baúl de mi trabajo y encontré prendas de valor. Y así pude construí mi propio DAFO, un mapa de mi trayectoria profesional. Descubrí que mis debilidades fortalecían mis virtudes, y que había hecho más de las que me creía. Y así, con todo la carne puesta sobre el asador, reelaboré con mi coach un nuevo curriculum vitae de manera veraz y convencida de mi YO profesional.
El programa con Ars Outplacement se completó con unas sesiones para aprender a hacer entrevistas, a saber cuidar mi perfil en redes sociales y a saber “vender” en poco tiempo (speech elevator) lo que soy capaz de hacer. En definitiva saber demostrar y creerme/creerte lo que realmente se puede aportar a otra organización con los conocimientos adquiridos; pero sobre todo sentir confianza y seguridad.
Pasaban los meses y decidí coger el toro por los cuernos. Soy periodista y tengo una inquietud interna que no me permite quedarme sentada a esperar que llegue mi oportunidad. Hay que salir a buscar. Contacté con antiguos colaboradores y les propuse realizar diferentes acciones de comunicación corporativa. Me falló la primera, me falló la segunda, pero… la tercera cuajó. Y hoy me han encargado gestionar el departamento de comunicación de una consultora. He comenzado un nuevo camino. Estoy contenta, pero si me sale mal me volveré a levantar.
Ahora sé que hacer un programa de outplacement es como tener una habitación con vistas; abrir una ventana y sentir que tienes mucho por hacer, ver y ofrecer. Hay muchas puertas a las que llamar y muchos contactos que te pueden ayudar. Los mejores están debajo del iceberg.
Sí, ahora me acuerdo. Comencé mi programa cerca de la Navidad. Lo recuerdo porque la ciudad tenía el color de las flores de Pascua.
Bárbara Menchero